Accidente Cerebrovascular (ACV) Isquémico

El ACV es la interrupción brusca del flujo de sangre a una determina parte del cerebro. Esto ocurre por la liberación de un coágulo de algún sector del trayecto vascular desde el corazón hasta el cerebro. Habitualmente se originan en lesiones ateromatosas de las arterias al igual que los infartos de miocardio. Y al igual que los infartos, los factores de riesgo de padecer estos eventos son los mismos: hipertensión arterial, tabaquismo, dislipemia, obesidad y algunos otros factores ya sean adquiridos o genéticos. Cuando es indicado por un médico, el consumo diario de aspirina en bajas dosis (aspirineta) puede reducir la frecuencia o magnitud de un ACV. Pero nadie debe automedicarse. Las medicaciones, por más inocuas que parezcan, tienen efectos adversos y a nivel cerebral estos son severos. Un médico evaluará la indicación de administrar aspirina a su paciente y explicará cuales son los riesgo y beneficios de ello.

Al producirse la obstrucción de la circulación, el tejido cerebral que se nutre del vaso en cuestión sufre por la falta de aporte de oxígeno (se conoce como isquemia). Las neuronas son muy lábiles a la isquemia y pueden morir en minutos. Habitualmente, los vasos colaterales que puedan existir, pueden ayudar o atenuar este proceso de manera muy variable. Desde ya que el sitio de oclusión determinará los síntomas que aparecen: así, un pequeño vaso de un área no elocuente del cerebro podría ser asintomático, mientras que la obstrucción de la circulación en vasos de mayor calibre y/o en áreas elocuentes del cerebro pueden generar síntomas muy evidentes e incluso devastadores. Ante la sospecha de un ACV, el tiempo es ORO. Se debe concurrir rápidamente a un centro asistencial de alta complejidad. Ya que existe tratamiento posible para el ACV, se deberá acceder rápidamente a una unidad de stroke donde se evaluará al paciente, se realizarán tomografía y resonancia magnética con secuencias específicas para este tipo de patología y se evaluará por especialistas capacitados en patología cerebrovascular. Hoy en día disponemos de la posibilidad de administrar medicación endovenosa o intra-arterial que pueden disolver los coágulos (trombólisis) y permitir que circule nuevamente sangre. Sin embargo hay que tener presente que la edad, el tiempo de instauración del cuadro, la presencia de comorbilidades (enfermedades asociadas) y la extensión del infarto pueden contraindicar el procedimiento. La mejor “ventana” terapéutica para este procedimiento son las 3 horas desde la iniciación de los síntomas, aunque se puede extender hasta 8 horas, según el criterio de lo distintos centros y protocolos vigentes. El gran riesgo de estos tratamientos es la hemorragia cerebral, la cual puede ser aún mas devastadora que el ACV en cuestión. En los centros de Stroke de vanguardia, el neurocirujano estará alertado de que un paciente esta en tratamiento trombolítico, en caso de que se requiera cirugía de urgencia.

Un porcentaje menor de los ACV pueden requerir intervención quirúrgica. Fundamentalmente aquellos que se asocian a sangrado masivo, o en las situaciones en que la extensión del infarto es tan amplia que el edema asociado a dicho infarto generará un aumento en la presión intracraneana (PIC), requiriendo así una cirugía de descompresión de urgencia para aliviar esa presión, y frenar la progresión del cuadro. Cuando ocurren en el cerebelo (fosa posterior), el edema derivado del infarto puede obstruir la circulación de líquido cefalorraquídeo y generar una hidrocefalia.

Vale aclarar que, muchas veces, pese a los esfuerzos del personal de la unidad de stroke, las lesiones pueden ser devastadoras y el resultado, sombrío. Es función de los médicos neurointensivistas y neurocirujanos acompañar a los familiares y seres queridos, aportando información veraz y simple sobre la situación real y pronóstico.